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  • jesusvillasenor10

FINANCIAMIENTO A LARGO PLAZO CON INFLACIÓN

El FONEI, fideicomiso financiero de fomento del Banco de México, hizo posible el financiamiento a largo plazo de proyectos de inversión industrial gracias al esquema de "Pagos a valor presente" que innovó, y que también se aplicó para pagar los créditos en moneda extranjera con el apoyo del FICORCA.


Conviene que empecemos por precisar qué tan caro es un crédito con altas tasas de interés: un empresario, para determinar la conveniencia de complementar sus propios recursos con crédito, debe tratar de medir la tasa de interés real, más que la nominal, y compararla con el rendimiento de su inversión, como se deduce claramente del siguiente ejemplo: si se le prestan $100 pesos en enero de un año al 50% efectivo de interés, el acreditado tendrá que pagar al final del año $150. Suponiendo esta tasa de interés iguale a la inflación, habrá salido a mano si ese peso lo utilizó en la compra de una maquinaria que, también por efecto de la inflación, tendrá al final del año un valor de $150. En este caso estoy suponiendo la tasa de interés iguale a la inflación, lo que me parece válido tratándose de créditos preferentes de un fideicomiso de fomento como el FONEI.


Pero antes de continuar voy a explicar el concepto de tasa de interés real: imaginémonos primero una economía ideal, donde no existiera la inflación; donde a nadie le interesa cobrar intereses, sino solamente recuperar el valor del dinero que prestó. O sea que si yo presto $100, al no haber inflación lo mismo me da si me los pagan pronto o no y, lo mismo, si me los regresan en abonos o en un solo pago; de manera que, no habiendo inflación, cuando me los regresan, esos $100 compran lo mismo; tienen el mismo valor real que cuando los presté. Cuando hay inflación la situación es diferente: yo presto $100 y si la inflación es, digamos del 50%, entonces, ¿cuánto me tienen que regresar para que yo reciba el valor del dinero que presté? La respuesta es elemental: me tienen que regresar $150. Estos $150 no valen en términos reales más que los $100 que presté, ya recuperado el poder adquisitivo que habían perdido con la inflación. Quiere decir que si yo aplico una tasa de interés del 50%, lo que estoy haciendo no es buscar un negocio al prestar a esa tasa, sino simplemente recuperar mis $100 al valor real de cuando los presté.


Habiendo quedado aclarado, por el mismo razonamiento anterior, que no es mal negocio pedir prestado cuando se tiene que regresar por el préstamo más o menos el mismo valor que tiene por la inflación el bien que se compró, el problema de la tasa de interés no está en la redituabilidad de los proyectos, sino en el flujo de efectivo disponible para pagar el crédito; si un empresario no va a utilizar esa máquina para producir y generar riqueza por encima de lo que esa máquina -por el solo efecto de la inflación- gane de precio, más vale que no la compre ni pida el préstamo. El negocio no debe proceder de pedir pesos y regresar tostones; la legitimidad del negocio, la redituabilidad de la inversión, deberá proceder de que si esa máquina trabaja un tumo generará una unidad de riqueza, por medirla de alguna forma, y si trabaja dos tumos, será el doble. El banco sólo recupera el valor real de lo que prestó y el empresario tiene en su beneficio la riqueza generada por su máquina.


Si el problema no está en que las inversiones tengan una baja redituabilidad ni en el "elevado" nivel de las tasas de interés ¿dónde está entonces? Lo que sucede es que si yo presto $100 a 5 años y a la tasa de interés del 50%, de acuerdo con el esquema de pagos convencional, que toda la banca en México y en el mundo ha seguido siempre, el primer año la empresa tiene que regresar al banco $20 de amortización más $ 50 de intereses sobre saldos insolutos de los $100. Aquí estoy suponiendo, lógicamente, que estos $100 se pagan sin plazo de gracia a una tasa constante del 50% y, además, que estos $20 se pagan al vencimiento del periodo anual.


Si, en consecuencia, el empresario tiene que pagar $70 y le presté $100, solamente le habrán quedado $30; esto quiere decir que, en términos reales, él estará amortizando más rápidamente el crédito. Las implicaciones son muy claras como podremos verlo en el siguiente ejemplo: si un proyecto de inversión no queda listo para producir y, además, esta máquina que compró en $100 no va a funcionar de inmediato sino que le va a tomar año y medio, dos o tres años ¿cómo es posible que durante el primer año le pidamos al empresario que nos pague $70 si esta máquina, aunque por la inflación haya subido de valor a $ 150, no está todavía en capacidad de producir para pagar esos $70. Su problema es de liquidez.


Aquí es donde se ve claramente la utilidad del esquema de pagos a valor presente. Recordemos que estamos hablando de un préstamo de $100 pagadero mediante amortizaciones iguales en cinco años, a la tasa del 50% (igual a la -inflación), al vencimiento de cada periodo anual.


El esquema consistiría en que la empresa amortice $20 anualmente, más los intereses que repongan el valor perdido por la inflación durante cada año, o sea $10 durante el primer año; en consecuencia, en lugar de cobrarle $70 se le cobrarían $30. El segundo año vuelve a amortizar $20, pero éstos perdieron $10 de valor durante el primer año y, como se cobran hasta el segundo año, éstos $30 del año uno (dado que la inflación la suponemos constante), han perdido nuevamente la mitad de su valor durante el año dos; en consecuencia, se agregan $15 de intereses para reponerlo y esto significa que tiene que pagar $45 al final del segundo año. El tercer año es lo mismo: $20 de amortización han perdido $10 de valor durante el primer año, lo que suma $30; esos $30 pierden $15 durante el segundo año y los 45 que suman durante el tercer año, pierden a su vez la mitad de su valor, lo cual nos da $67.50, que es el monto del pago de ese tercer año.


Este esquema le causa reacciones encontradas a un empresario porque piensa:

"qué bien que el primer año solamente tendría que pagar $ 30 en lugar de $70, pero no veo lo positivo de que durante el último año tenga que pagar $152, que desde ahora me parece mucho y, tal vez, fuera de mis posibilidades para entonces".


Sin embargo, para eliminar ese temor infundado vale otro ejemplo. Si yo le dijera al empresario: "Suponiendo que usted en este momento trabaja un turno, ¿a cuánto de su producción equivalen estos $100 que le estoy prestando? No importa que el empresario fabrique automóviles, sillas, bicicletas, tornillos, él puede hacer una equivalencia y determinar, digamos, que esos $100 valen cinco meses de su producción. Yo le podría proponer entonces: ¿qué le parece si usted me paga cada año con el valor de un mes de su producción a un tumo?. Este es el significado de los pagos con valor presente constante y de esta manera él vería que su esfuerzo por pagar será constante en términos reales (de volumen) durante todos los años.


Si aún así el empresario argumentara que le resulta muy difícil destinar un mes de su producción por año para pagar, todavía cabe la posibilidad de señalarle que tiene como margen a su favor el producto de trabajar un tumo adicional y cualquier aumento que logre en la productividad de su fábrica.


Por parte de la banca se ha mencionado el problema del anatocismo o de capitalización de intereses, que no está permitido de acuerdo con nuestra Ley vigente. Conforme al esquema establecido por FONEI el problema no existe, puesto que se otorgaba un crédito complementario para cubrir la diferencia entre la cantidad que jurídica y legalmente debe pagar la empresa conforme al esquema convencional de pago del crédito, y la cantidad que como "referencia" (de pago a valor presente) debe cubrir.


Además de la ventaja que tiene la empresa de igualar en el tiempo su carga financiera en términos reales, obtiene la ventaja adicional de que, en lugar de tener que pagar $70 el primer año, solamente lo hace por $50, lo que significa que hay una diferencia a su favor de $40 que puede utilizar como capital de trabajo. Esto es particularmente visible cuando se reestructuran pasivos: bajo el supuesto de que su saldo con el banco fuera de $100 y solamente pagara $50 que son los intereses, seguiría debiendo el capital; si, en cambio, paga los $30 bajo el sistema de pagos a valor presente, esto implica que está amortizando $20 más sus intereses y está disponiendo, por diferencia, de $40 que puede utilizar como capital de trabajo. De hecho, se le está dando un crédito adicional de $40 que corresponde a los intereses devengados y no pagados durante el primer año.


Por lo que se refiere a las garantías tampoco tuvo problemas la banca, puesto que las que originalmente hubiera ofrecido la empresa mantenían su valor real en relación con el saldo insoluto del crédito.


Se verá claramente que este esquema tampoco implicó mayores subsidios, puesto que se cobraba la misma tasa de interés pactada bajo el esquema convencional; simplemente se modificó la rapidez con que se regresaba al banco el dinero que prestó a la empresa.

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