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  • jesusvillasenor10

EL LOBO SOLITARIO

Hemos dicho que estar al frente de un negocio no significa, por ese solo hecho y aunque ese fuera su título, ser su director.


Podría suceder, máxime en una pequeña o mediana empresa, que su titular sea un auto-empleado que solamente cuente con la ayuda de colaboradores, pocos o muchos. Si ese es el caso, se trata del operador clave de un negocio, no de su director.


Ser director no implica hacerse cargo de las operaciones, sino de lograr que los responsables de ellas consigan los resultados previstos. La función del director es o debe ser, estratégica: con visión de amplio horizonte y de largo plazo, como la del capitán de un barco que señala el rumbo y responde del resultado final.


El director de una orquesta, en otro ejemplo, no es quien toca los instrumentos, sino quien dirige a los ejecutantes, aunque él mismo sea un virtuoso de alguno o algunos de ellos. En otras palabras, y aunque suene un tanto rudo, los demás deben trabajar para el director, no ser éste uno más de los operadores. Tocar y dirigir sólo puede resultar bien si el equipo es pequeño, como en un cuarteto, pero pretender hacer ambas cosas bien simultáneamente, con una orquesta sinfónica, sería imposible. Si se busca la excelencia es imprescindible enfocarse.


En casi la totalidad de los negocios, quien lo funda lo hace porque su saber está en hacer o producir algo (un bien o servicio) que tiene una oportunidad de mercado; no lo funda porque ese saber suyo esté en dirigir. Por lo común, quien sabe dirigir y busca una nueva oportunidad, lo hace para seguir dirigiendo, no para fundar su propio negocio; generalmente busca re-contratarse en otra empresa, también como director.


Aprender a dirigir es un proceso lento, lleno de riesgos, complicado y… solitario; sobre todo solitario, para el que, además, no existen manuales. Pero cuando un director logra acompañarse, a lo largo de del proceso de dirigir, con otros de su misma especie, se da un riquísimo intercambio de experiencias; un aprendizaje y mejoras en sus habilidades, más rápida y con menores riesgos de equivocarse en sus tomas de decisión.


Contar con un Consejo de administración puede ayudarle, pero no hay que olvidar que dicho organismo está conformado por quienes respaldan el interés de los accionistas, no de quien dirige el negocio. Éste, el director, sigue estando no únicamente solo sino, a veces, hasta indefenso ante la autoridad de su Consejo que lo puede, incluso, destituir.


Si la empresa no cuenta con un Consejo de administración, sería una razón de más para que el director general se apoyara en un grupo de pares que tengan su misma óptica, sin conflictos de interés, y que le ofreciera opciones y puntos de vista adicionales a los propios.


Me consta, como reza el dicho popular, que: “El que con lobos anda a aullar aprende”… y si ya sabe aullar, lo hará mejor acompañado, que solo.

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